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31 de agosto de 2011


EL PROBLEMA (LAS LUCUBRACIONES DE D. IGNACIO)

–Esther –dijo llamando a la enfermera de Psiquiatría–. Creo que se me ha parado el corazón. No lo siento.
–Déjeme ver... Si retira la cartera del bolsillo de la bata, verá como está perfectamente.
–No sé... sigo sin notar nada. Creo que se ha desplazado al ombligo.
–Y ahora ¿Por qué dice eso?
–Porque es ahí donde siento palpitaciones. Mire –añadió llevando la mano de Esther hacia su tripa.
–Eso es una tontería. Lo que nota son los latidos de las arterias.
–¿Seguro? ¿Y son míos?
–¿De quién van a ser?
–Quizá... de un pequeño ser que llevo dentro, porque además hay veces que se mueve.
–Eso serán flatulencias... que ya le dijo el doctor que hace poco ejercicio.
–No lo creo, más bien pienso que estoy embarazado.
–Pero no ve, D. Ignacio... que eso es imposible.
–¿Por qué?
–Porque... ¿es usted un hombre? –añadió Esther sonriendo.
–¡Bueno!... a saber que hacen cuando me dan las pastillas.
–Le aseguro que fecundarle, no –dijo la enfermera, sonriendo con cariño.
–... ¡Ya sé que va a ser! –comento entusiasmado D. Ignacio.
–¿Sí?... ¿qué? –añadió resignada y expectante.
-¡Mis sentimientos! Hace tiempo que andan por ahí rondando, concretamente desde hace dos meses... justo cuando llegué aquí. Antes no tenía problemas. Cada día fluían a borbotones.
–Pues ya sabe lo que tiene que hacer. Escribir como siempre lo ha hecho, así no le darán más preocupaciones.
–¡Ya! ¡Lástima que todavía me quedan siete meses de gestación.

1 comentario:

  1. Es muy ocurrente. Un simple diálogo para expresar tanta sensibilidad y encierro.

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